En la transfiguración, Jesús aparece en su gloria, la gloria que era eternamente de él, pero que estaba escondida para el hombre mientras Jesús caminaba entre ellos. Su túnica era blanca esplendorosa y en la pintura se ve luz plateada que emana y cae sobre los discípulos. A Pedro, Santiago y a Juan se les permitió por un corto momento, ver la Gloria de Dios hasta que fuera otra vez imperceptible.
La Gloria de Jesús sigue bajo disfraz entre nosotros. No la vemos en la hostia consagrado, pero de seguro al estar en presencia ante el Santísimo, se nos pueda permitir recibir esa luz plateada.
Que las primeras palabras pronunciadas por Pedro al ver la gloriosa manifestación, también sean las de nosotros. “Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí.”