Jesús hizo un látigo y con el saco a todos, y limpio el templo. El templo debe de ser una casa de oración. Así como Jesús se refirió a sí mismo como el templo, yo también soy un templo, y por lo tanto yo también debo de ser una casa de oración.
Mi oración es que Jesús saque fuera toda distracción y todo pecado dentro de mi alma, para que yo pueda descansar tan solo en El.
En el distante, calmado, pálido centro de la pintura, esta la Santa Eucaristía. A través del perdón, Jesús limpia nuestro camino, nos lleva hasta Dios, y se une a nosotros en la Eucaristía como el único templo de Dios.